Le regalé un anillo de compromiso, sin compromiso.
Le desbaraté el corazón.
No le regalé flores, mas sí un nexo de unión, acordes y letras.
Le reclamé sus dudas y sus miedos,
algunas complicidades esquivas
e infinitas concesiones.
No sé si alguna vez supo que no se puede elegir la verdad,
que ejercer la parte de dios que nos toca es insuficiente,
que estamos inmersos en laberintos inescrutables
sembrados de espejismos.
A cambio
me enseñó a manejar mis alas,
a sobrevivir despedidas,
a salpicar de tristeza cada imposible…
Aprendí confidencias, intensidades, sublimaciones.
Supe de templos, cercanías y descalabros,
de hilos que no se rompen,
de metáforas con prisa, de trámites imaginarios.
Quise perderme en su isla
y me encontré una piedra en la que,
hasta la extenuación,
inevitablemente,
tropezar…