Más allá de las normas establecidas, bulle otro mundo, más atractivo por ignorado.
Esa atracción comienza en el mismo instante en que decides transgredir la primera norma y pasas a la acción, ejecutas.
Sientes cómo lo prohibido te arrastra, se te enreda en los cabellos.
Se te va colando ese cosquilleo morboso por los antebrazos, las ingles, por todos los órganos de tu cuerpo más allá de la piel...
Te asomas con sigilo. Miras de soslayo.
La mente se aviva, se aguzan la vista y el oído hasta límites animales.
Aguantas la respiración mientras recorre tu mente un “¡me van a pillar!”.
Pensarlo, te excitas más…
Un desasosiego extraordinario te invade.
A escondidas, incumples.
En secreto, profanas.
Sin vacilaciones. Arriesgando adrenalina.
Sabiendo.
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